Tengo guardada en la memoria de mi navegador la dirección de cierto blog que leía de vez en cuando. Y no porque me interesase el material o encontrase alguna belleza y/o genialidad en su estilo. No, simplemente por la pura "maldad" de lo que comúnmente se llama despotricar. Poco sano, cierto. Me ayudaba en cierto asunto personal, en cierta decisión que había tomada. La ratificaba, y cómo, ¡oh, doy gracias por ello!
Finalmente, sin embargo, el efecto cambió. Ya no necesitaba reafirmarme, así que solo me quedaba la mala leche, Y fue cuando decidí crear este blog, mi rincón del mundo para quejarme sin trabas.
Desde entonces, me encuentro muchas veces pensando sobre qué me gustaría escribir la siguiente entrada, y se me ocurre alguna cosilla de vez en cuando. Hoy mismo, sin ir más lejos, me pasó por la cabeza algo que me pareció divertido, pero una ráfaga después había desaparecido. ¡Maldita sea! Y el motivo no fue otro que el trabajo. Tengo mucho y me ocupa demasiado tiempo, así que mis neuronas han decidio erradicar toda idea que poco o nada tenga que ver con él.
Ahí está el tema de hoy. Manido, quizá tópico, pero de esas cosas que cuando las piensas te arrancan un improperio y muchas ganas de mesarte los cabellos (al estilo de Antígona). Y es que es un maldito drama. Por mucho que a uno le guste su trabajo, lo sigue siendo.
Por que, veamos, el 90% de nuestro tiempo anual nos lo pasamos trabajando, el resto estamos tan cansados que en lo único que podemos pensar es en dormir, viajar, comer, follar... Genial todo genial. ¿Pero por qué demonios hemos dejado que eso, algo tan natural como vivir, se convierta en una excepción?
Sí, vale, vale, hace falta la pasta. No soy ningún hippie idealista. Y estabilidad, y todo eso. Pero, coño, ¿de verdad es necesario que nos robe tánto? Para empezar, la memoria. La tengo tan ocupada que últimamente me siento gilipollas. Como si todo se hubiese borrado de un plumazo. Apenas puedo tener una conversación coherente, no encuentro en ese puñetero desastre dónde he colocado las cosas que me apasionan y estoy demasiado cansado para buscar nada nuevo. Un caos. Un jodido y maldito desastre. Pero, sin duda, lo peor de todo, es que estoy tan agotado que ni siquiera me cabrea. ¡HO-RROR!
Finalmente, sin embargo, el efecto cambió. Ya no necesitaba reafirmarme, así que solo me quedaba la mala leche, Y fue cuando decidí crear este blog, mi rincón del mundo para quejarme sin trabas.
Desde entonces, me encuentro muchas veces pensando sobre qué me gustaría escribir la siguiente entrada, y se me ocurre alguna cosilla de vez en cuando. Hoy mismo, sin ir más lejos, me pasó por la cabeza algo que me pareció divertido, pero una ráfaga después había desaparecido. ¡Maldita sea! Y el motivo no fue otro que el trabajo. Tengo mucho y me ocupa demasiado tiempo, así que mis neuronas han decidio erradicar toda idea que poco o nada tenga que ver con él.
Ahí está el tema de hoy. Manido, quizá tópico, pero de esas cosas que cuando las piensas te arrancan un improperio y muchas ganas de mesarte los cabellos (al estilo de Antígona). Y es que es un maldito drama. Por mucho que a uno le guste su trabajo, lo sigue siendo.
Por que, veamos, el 90% de nuestro tiempo anual nos lo pasamos trabajando, el resto estamos tan cansados que en lo único que podemos pensar es en dormir, viajar, comer, follar... Genial todo genial. ¿Pero por qué demonios hemos dejado que eso, algo tan natural como vivir, se convierta en una excepción?
Sí, vale, vale, hace falta la pasta. No soy ningún hippie idealista. Y estabilidad, y todo eso. Pero, coño, ¿de verdad es necesario que nos robe tánto? Para empezar, la memoria. La tengo tan ocupada que últimamente me siento gilipollas. Como si todo se hubiese borrado de un plumazo. Apenas puedo tener una conversación coherente, no encuentro en ese puñetero desastre dónde he colocado las cosas que me apasionan y estoy demasiado cansado para buscar nada nuevo. Un caos. Un jodido y maldito desastre. Pero, sin duda, lo peor de todo, es que estoy tan agotado que ni siquiera me cabrea. ¡HO-RROR!
4 comentarios:
no tengas hijos, julio, o tenlos pero prepárate para tener todavía menos tiempo; yo estoy igual y... también leo un blog a mala leche :)
jajajaja, si es que somos humanos.
jajaja! yo a veces tengo la sensación de que el tiempo se ha convertido en el conejo de Alice ... y yo corriendo tras él con la lengua fuera, estoy en esa fase de vida en la que el tiempo es un desafío en todos los sentidos! Besos Querido y Querida.
Qué hermosa metáfora, querida Noon. Besos, quieridas :).
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