viernes, 14 de mayo de 2010

Los cobardes y las fiestas sorpresa


¡Ha vuelto! Ya tengo un poquitín de bilis para compartir. Y es que esta tarde de viernes, tras una siesta merecida, he recobrado el ánima y el ánimo maligno que inspira este blog. Noticias frescas son las que los han reincentivado. Os cuento:
Hace unas semanas compartía con vosotros la desazón que me había provocado una disputa con un amigo y reflexionaba sobre la valentía de la coherencia y la cobardía de la hipocresía o, en su defecto, el silencio que otorga. Pues bien, esta tarde me he enterado de algo que, por injusto, aunque coherente con el amigo en cuestión, me ha vuelto a sacar de mis casillas. Y no es, ni más ni menos, que una fiesta sorpresa. Una maldita celebración de la cobardía y la desfachatez. Una "party-people" organizada por este amigo concreto para aquellos que se han auspiciado siempre en las más ínfimas de las disposiciones del carácter: la cobardía y el egoísmo exacerbado o, si se quiere, la comodidad de no preocuparse demasiado por el otro que nos otorga la tranquilidad para callar, asentir y no-sentir en exceso.
Sin embargo, lo que más me molesta no es esto, es algo peor (si cabe). Es el haberme visto a mí mismo pensando que quizá me había equivocado, que era posible que esas personas sí fuesen un apoyo bueno para mi "amigo" (entrecomillado a partir de ahora y por tiempo indefinido, dadas las circunstancias). Dudé de mi decisión, de mis ideas, de mí mismo y me vi cruel y demasiado parcial. Duró unos minutos, pero fueron suficientes para cabrearme de nuevo. Y es que, pensé, es lo que me faltaba. Yo dándole vueltas al asunto, pensando en la mejor manera de arreglar la situación, asir los últimos retazos de razonabilidad sin dejar de lado mi coherencia... Y me encuentro con una jodida fiesta sorpresa, alarde de estupidez infinita, y, por supuesto, aparente despreocupación. "Ala, vamos a celebrar con mis verdaderos amigos la maravilla que es la vida y lo bonita que es la amistad". Hay que joderse.
Y es que, cada vez más, las personas nos volvemos cómodas, en todos los sentidos. Si aparecen problemas con una pareja, la dejamos, eso ya no es amor... Si en el trabajo tenemos un mal día, uy, esto no es lo mío o no sirvo para esto o me voy al paro y ya encontraré algo mejor (esto último es un pensamiento pre-crisis, por supuesto). Y si un amigo nos dice lo que no queremos oir, porque duele, porque nos autoengañamos y queremos que los demás nos sigan el rollo, pues puerta, ¡hombre!, patada en el culo y a celebrarlo. Que es lo que hay hacer. Alegrarse de tener a nuestro alrededor gente que con un movimiento afirmativo de cabeza, una oreja aparentemente atenta y unas cuantas cervezas los sábados noche nos demustre lo mucho que nos quiere y aprecia. A esa gilipollez se ha reducido todo. Nos volvemos cobardes de pensamiento, de sentimiento y de acción y no nos importa. Porque el único sabor amargo que nos permitimos es el de la cerveza en nuestro gaznate.
Así que quizá tenía razón mi querida Noon cuando me dijo-preguntó: ¿pero era tu amigo?
Ahí es todo.

4 comentarios:

Lucilíndala dijo...

Noon y su fantástica manera de ver la vida. Puedo imaginarme la fiesta sorpresa...Tenemos que juntarnos los tres, Julio,Noon y Moonlihgt, cada uno con sus cosas y compartir cervezas y refrescos de cola. :)

Julio dijo...

Me parece una idea genial. Cuando ustedes gusten, señoritas.

NooN dijo...

Noon dice: Lamento tu cabreo, pero no lo entiendo.. tu amigo es libre para celebrar cuanta fiesta desee contigo o sin tí, deja de cuidar a tu amigo, querido Julio cuídate tu.
Ya sabeis lo flojita que soy para las fiestas .. a vuestra disposición ..

Julio dijo...

Cierto. Al día siguiente, ya con más calma, llegué a la misma conclusión.