A veces hay ciertas historias que me molestan, y mucho. Cosas hechas o no hechas (sin acritud ni mala intención alguna) por las personas que me rodean. En esos momentos, como me frustro, me cabreo y pienso los improperios más agrios que se me ocurren o ideo alternativas hijoputescas. No puedo evitarlo. Y en esas ocasiones me pregunto si seré, real-men-te, mala persona. Malo, maloso, como los de las películas de aventuras a la antigua usanza, cuya única misión en la vida es arruinar la vida del héroe llevanso a cabo tentativas que siempre fallan (aunque nadie puede negarles la originalidad). Ahora que lo pienso, llevado al absurdo, soy más como el coyote tras el correcaminos.
No digo que yo lleve a cabo mis maquiavélicos planes, solo que se me ocurren. Una manera de descargar tensión, pienso. Pero uno no deja de preocuparse un poco al ver rodar esa rabia contenida en forma de planes malignos de venganza.
Exagero, por supuesto, y lo ridiculizo. Sin embargo... sin embargo, hoy, nada más levantarme de una merecida siesta ha ocurrido. Algo, un maldito algo que me molesta hasta la saciedad. Y, tras todo lo descrito de mi modus operandi, he visto que solo hay una solución: vivir solo.
Soy una persona muy celosa de mi intimidad o, como diría Reverte (siempre subvirtiendo los tópicos-bueno, a veces- y tan directo a la yugular), quiero pasear mis cojones al aire por mi garita con total libertad y, claro está, sin molestar a nadie. Así las cosas, aunque entiendo perfectamente el significado de "compartir" y también asumo las consecuencias de la expresión "compartir piso", estoy hasta los mismísimos (he nombrado mis huevos dos veces en menos de 10 líneas, ¿significará algo? Me pierdo...). En contra de los que se pueda pensar, tengo un compañero de piso de puta madre, nunca hemos discutido, somos amigos y arreglamos todo hablando; vamos, que no hay malos rollos.
Pero uno trabaja con energúmenos todo el santo día y al llegar a su casa lo único que quiere es paz. Ninguna intrusión en esa parte de mi vida que me pertenece. Poder disponer de mi hogar como más me plazca, campar a mis anchas sin interrupciones. ¡Qué demonios! ¿No? Así que o soy mala persona por desear ejercer el total autoritarismo en mi propia morada o, simplemente, me voy haciendo mayor y ya no me hacen gracia los extraños en mi casa, ni las reuniones grupales imprevistas, ni nada que mi pequeño cerebro no haya pensado o deseado.
Entre tanto, me conformo con mis planes macabros absurdos y voy tirando. No puedo evitarlo.
No digo que yo lleve a cabo mis maquiavélicos planes, solo que se me ocurren. Una manera de descargar tensión, pienso. Pero uno no deja de preocuparse un poco al ver rodar esa rabia contenida en forma de planes malignos de venganza.
Exagero, por supuesto, y lo ridiculizo. Sin embargo... sin embargo, hoy, nada más levantarme de una merecida siesta ha ocurrido. Algo, un maldito algo que me molesta hasta la saciedad. Y, tras todo lo descrito de mi modus operandi, he visto que solo hay una solución: vivir solo.
Soy una persona muy celosa de mi intimidad o, como diría Reverte (siempre subvirtiendo los tópicos-bueno, a veces- y tan directo a la yugular), quiero pasear mis cojones al aire por mi garita con total libertad y, claro está, sin molestar a nadie. Así las cosas, aunque entiendo perfectamente el significado de "compartir" y también asumo las consecuencias de la expresión "compartir piso", estoy hasta los mismísimos (he nombrado mis huevos dos veces en menos de 10 líneas, ¿significará algo? Me pierdo...). En contra de los que se pueda pensar, tengo un compañero de piso de puta madre, nunca hemos discutido, somos amigos y arreglamos todo hablando; vamos, que no hay malos rollos.
Pero uno trabaja con energúmenos todo el santo día y al llegar a su casa lo único que quiere es paz. Ninguna intrusión en esa parte de mi vida que me pertenece. Poder disponer de mi hogar como más me plazca, campar a mis anchas sin interrupciones. ¡Qué demonios! ¿No? Así que o soy mala persona por desear ejercer el total autoritarismo en mi propia morada o, simplemente, me voy haciendo mayor y ya no me hacen gracia los extraños en mi casa, ni las reuniones grupales imprevistas, ni nada que mi pequeño cerebro no haya pensado o deseado.
Entre tanto, me conformo con mis planes macabros absurdos y voy tirando. No puedo evitarlo.
2 comentarios:
Ante todo sentido del humor, querido Julio y eso no te falta. Te he imaginado cual Coyote (con tu cara)y no he podido evitar soltar una carcajadita...Pero bueno, bromas a parte creo que es lógico que experimentes esas sensaciones, yo ahora no sería capaz de compartir piso con nadie que no fuese mi pareja y aún así hay días que me ocurre lo mismo que a tí...hay que ahorrar e independizarse de los compañeros de piso ;) o no y continuar contribuyendo a este magnífico blog
La verdad es que yo tb me imaginé y me reí :) Ná, ahorrando estoy, guapa.
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