Llevo ya unas semanas sin publicar nada por impedimentos diversos: el curro (¿cómo no?) y mi estado de ánimo exhausto y poco guerrillero. Sin embargo, fíjate tú, esta semana me he topado con dos cosas que me han impactado ne-ga-ti-va-men-te. Los motivos han sido múltiples, pero sin duda el más acuciante es el hecho de que ambas representan, en cierta medida, a algunos grupos de nuestra bien amada sociedad.
La primera fue una película. Estando yo de encefalograma plano, decidí bajarme un film homónimo (al menos así los etiqueto en mi cabeza) y, buceando por la red, me topé con "Sexo en Nueva York 2". Y pensé: "¿qué mejor cinta para echarme a dormir?". Así que, no sin algunos escrúpulos, le di al play de mi reproductor. No pude terminarla, nisiquiera llegué a la mitad. Y no porque cayese sin remedio en los hilos del sueño, sino porque me agarré un cabreo de impresión. ¿Cómo demonios puede haber una sola persona en el maldito planeta Tierra que no se indigne con tamaña gilipollez? Porque pase que sean una panda de pijas insufribles con una problemática vital más que cuesionable (y pasa porque alguna que otra sonrisa me han arrancado alguna vez, tras pasar el filtro, obviamente); pero, señores, es que el guión no hay por donde cogerlo, es un despropósito tras otro: primero, la Carry de los cojones agobiada porque tras dos años de martrimonio (y un piso nuevo y blablabla), su marido no quiere ir a cenar fuera todas las noches. ¡Pobrecita, eh! Después, la Samantha de los huevos tomando mil hormonas porque tiene la menopausia (de cirugía ni se habla, claro); después, la abogada esta que si el curro le roba momentos familiares y, por último, la "pija oficial" con celos de su canguro. Esto es lo que yo llamo BASURA MENTAL (por no hablar de los valores e ideales reflejados). Pero no se queda ahí la cosa (aunque se pasen más de 40 minutos para ello). No. Resulta que las invitan a visitar un país de oriente medio por todo lo alto. Ala, a todo trapo. ¡Qué coño! Pero si eso pasa todos los jodidos días. Y lo primero que dice la imbécil número 1 (Carry) al subir al avión (de superlujo, por supuesto) es a una azafata: "Me gusta tu sombrero". Jo, pero qué tía más ocurrente. En cuanto a la retahíla de tópicos sobre la homosexualidad y los árabes, no hay nada qué decir...
Muy bien, pensé, ya no puede haber esta semana nada más indignante. Pero me equivoqué. A los dos días, en el Facebook, descubrí que había un grupo que se llama "Gente que parece normal, pero compra en Primark". Alucinante. Estoy en la dimensión de los idiotas y no me había enterado. Denuncié al grupo. Gracias a ¿dios? parecía tener solo 7 seguidores... Y aún así, el regusto discriminatorio absurdo que desprendía aún me persigue hoy.
Así las cosas, la frase que da título a esta entrada lo dice todo, ¿no?
La primera fue una película. Estando yo de encefalograma plano, decidí bajarme un film homónimo (al menos así los etiqueto en mi cabeza) y, buceando por la red, me topé con "Sexo en Nueva York 2". Y pensé: "¿qué mejor cinta para echarme a dormir?". Así que, no sin algunos escrúpulos, le di al play de mi reproductor. No pude terminarla, nisiquiera llegué a la mitad. Y no porque cayese sin remedio en los hilos del sueño, sino porque me agarré un cabreo de impresión. ¿Cómo demonios puede haber una sola persona en el maldito planeta Tierra que no se indigne con tamaña gilipollez? Porque pase que sean una panda de pijas insufribles con una problemática vital más que cuesionable (y pasa porque alguna que otra sonrisa me han arrancado alguna vez, tras pasar el filtro, obviamente); pero, señores, es que el guión no hay por donde cogerlo, es un despropósito tras otro: primero, la Carry de los cojones agobiada porque tras dos años de martrimonio (y un piso nuevo y blablabla), su marido no quiere ir a cenar fuera todas las noches. ¡Pobrecita, eh! Después, la Samantha de los huevos tomando mil hormonas porque tiene la menopausia (de cirugía ni se habla, claro); después, la abogada esta que si el curro le roba momentos familiares y, por último, la "pija oficial" con celos de su canguro. Esto es lo que yo llamo BASURA MENTAL (por no hablar de los valores e ideales reflejados). Pero no se queda ahí la cosa (aunque se pasen más de 40 minutos para ello). No. Resulta que las invitan a visitar un país de oriente medio por todo lo alto. Ala, a todo trapo. ¡Qué coño! Pero si eso pasa todos los jodidos días. Y lo primero que dice la imbécil número 1 (Carry) al subir al avión (de superlujo, por supuesto) es a una azafata: "Me gusta tu sombrero". Jo, pero qué tía más ocurrente. En cuanto a la retahíla de tópicos sobre la homosexualidad y los árabes, no hay nada qué decir...
Muy bien, pensé, ya no puede haber esta semana nada más indignante. Pero me equivoqué. A los dos días, en el Facebook, descubrí que había un grupo que se llama "Gente que parece normal, pero compra en Primark". Alucinante. Estoy en la dimensión de los idiotas y no me había enterado. Denuncié al grupo. Gracias a ¿dios? parecía tener solo 7 seguidores... Y aún así, el regusto discriminatorio absurdo que desprendía aún me persigue hoy.
Así las cosas, la frase que da título a esta entrada lo dice todo, ¿no?