En España, como en muchos otros países del mundo, existen muchas especies que están a punto de extinguirse: el lince ibérico, el lobo, el urogallo y hasta los pobres borricos. En todos los casos, hay asociaciones que tratan de impedirlo, puesto que su completa desaparición supondría, una vez más, que el ser humano más que ser es un puñetero virus (no andaban desencaminados los hermanos Wachowski). Toda una serie de indefensos animales que, arrastrados por nuestro implacable ansia de autodestrucción, se ven avocados a la suya propia.
Sin embargo, hay otras especies que siempre han estado en peligro y que, cada vez más, ven reducido su espectro de actuación y deben convertirse en otra cosa (si es que no siempre han sido otra). Y ahí es donde se encuentran nuestros bien amados buenos compañeros de trabajo. Esos que te apoyan, que te echan un cable cuando estás pillado, que te dan ánimos el día que al jefe (estos sí que nunca se extinguirán) le ha dado por echarte la bronca o joderte con algún trabajillo extra. Es decir, un sano corporativismo exento de falsedades y lavadas de manos. Pero no nos engañemos, con la competitividad campando a sus anchas por las esquinas, nos vamos volviendo más sibilinos, menos compañeros y mcuho más hijos de puta. Aunque solo sea por nuestra clara pasividad, no hay posicionamientos (a no ser aquellos que consisten en girarse hasta la extenuación para darle un poco de brillo a nuestros jodidos culos).
Por otro lado, existen algunos trabajos en los que la competitividad queda fuera de lugar, como, por ejemplo, el sector educativo. Por que, vamos a ver,una vez que tienes tu plaza (con tu especialidad añadida), no hay posibilidades de quitarle el puesto a nadie y tampoco de "crecer" en la empresa. Eres el profesor de blablabla y punto. ¿Cómo es posible que, incluso ahí, crezcan como setas los cabrones, los falsos, los hipócritas y los toca huevos? Los pelotas, vale, son un mal social extendido. Pero el resto... ¡Hay que joderse!
Lo peor no es eso, ni siquiera. Lo peor es que o estás con ellos o contra ellos. O te unes al "vamos a poner a parir a este o a esta" o vas aviado. Ya puedes comprarte un paracaídas resistente y perfumado (el olor a mierda es insufrible). Ya puedes hacer oídos sordos y ojos sordos a las miradas de desconfianza, a los cuchicheos a tus espaldas; ya puedes cerrar tu mente a la maledicencia que se te ocurra. No puedes, no debes ser individuo. Debes ser masa informe y plegarte a sus modas caprichosas o estar solo. Convertirte en un satélite independiente que nada refleje. Un espejismo de sus gilipolleces, una sonrisa fingida y una acitud humilde.
Tampoco se le debe ocurrir a uno hacer demasiado bien su trabajo, o llevarse bien con personas dispares de varios "bandos" o tomarse las cosas en serio. Y, por supuesto, no se te ocurra llevarles la contrarias abiertamente, te acusarán de ser poco corporativista.
El individuo desparece o muere. O SOBREVIVE. Claro está. Su-per-vi-ven-cia.
Curioso que allí donde se debe enseñar a los chavales a ser buenas personas, buenos compañeros, sean precisamente los que lo hacen quienes no saben dar un jodido paso por nadie más que sus cultos y licenciados culos.
¡Viva la independencia! Que diría Zapata.
Ahí es todo.
Sin embargo, hay otras especies que siempre han estado en peligro y que, cada vez más, ven reducido su espectro de actuación y deben convertirse en otra cosa (si es que no siempre han sido otra). Y ahí es donde se encuentran nuestros bien amados buenos compañeros de trabajo. Esos que te apoyan, que te echan un cable cuando estás pillado, que te dan ánimos el día que al jefe (estos sí que nunca se extinguirán) le ha dado por echarte la bronca o joderte con algún trabajillo extra. Es decir, un sano corporativismo exento de falsedades y lavadas de manos. Pero no nos engañemos, con la competitividad campando a sus anchas por las esquinas, nos vamos volviendo más sibilinos, menos compañeros y mcuho más hijos de puta. Aunque solo sea por nuestra clara pasividad, no hay posicionamientos (a no ser aquellos que consisten en girarse hasta la extenuación para darle un poco de brillo a nuestros jodidos culos).
Por otro lado, existen algunos trabajos en los que la competitividad queda fuera de lugar, como, por ejemplo, el sector educativo. Por que, vamos a ver,una vez que tienes tu plaza (con tu especialidad añadida), no hay posibilidades de quitarle el puesto a nadie y tampoco de "crecer" en la empresa. Eres el profesor de blablabla y punto. ¿Cómo es posible que, incluso ahí, crezcan como setas los cabrones, los falsos, los hipócritas y los toca huevos? Los pelotas, vale, son un mal social extendido. Pero el resto... ¡Hay que joderse!
Lo peor no es eso, ni siquiera. Lo peor es que o estás con ellos o contra ellos. O te unes al "vamos a poner a parir a este o a esta" o vas aviado. Ya puedes comprarte un paracaídas resistente y perfumado (el olor a mierda es insufrible). Ya puedes hacer oídos sordos y ojos sordos a las miradas de desconfianza, a los cuchicheos a tus espaldas; ya puedes cerrar tu mente a la maledicencia que se te ocurra. No puedes, no debes ser individuo. Debes ser masa informe y plegarte a sus modas caprichosas o estar solo. Convertirte en un satélite independiente que nada refleje. Un espejismo de sus gilipolleces, una sonrisa fingida y una acitud humilde.
Tampoco se le debe ocurrir a uno hacer demasiado bien su trabajo, o llevarse bien con personas dispares de varios "bandos" o tomarse las cosas en serio. Y, por supuesto, no se te ocurra llevarles la contrarias abiertamente, te acusarán de ser poco corporativista.
El individuo desparece o muere. O SOBREVIVE. Claro está. Su-per-vi-ven-cia.
Curioso que allí donde se debe enseñar a los chavales a ser buenas personas, buenos compañeros, sean precisamente los que lo hacen quienes no saben dar un jodido paso por nadie más que sus cultos y licenciados culos.
¡Viva la independencia! Que diría Zapata.
Ahí es todo.