sábado, 12 de febrero de 2011

De suecos, pasotas, egoístas y parejas.

"Os hago el favor, hombre, no hay problema". Genial, estupendo. Quedamoas a las cuatro y media y ya vamos para allá. 16.30. Nadie. 16.35. Llamada telefónica infructuosa. 16.45. Vamos yendo, ya llamarán. Así ha empezado el día: dejándonos plantados el tipo que nos "hacía el favor". Una furgoneta. Eso era. Un coche grande para ahorrarnos los 28 malditos euros de los portes en la tienda sueca gigante de muebles y otros muchos objetos para incautos que no sabían que los necesitaban hasta que a algún maldito sueco (navarro, inglés, o de donde quiera que sean todos esos "especialistas" diseñadores de bagatelas que trabajan para Ikea)los sacó de la chistera, cual prestidigitador adelantado a su época.
18.00 h. Apuntadas la referencia, el pasillo, la sección y el código de la puerta del infierno, si me apuran. "From beneath you it devores you". 18.05 h. Miles de personas apiñadas en pasillos y atajos, siguiendo una malévola flecha que les hace dar vueltas y vueltas, bailando al son sin sentido del cabrón que lo diseñó, encantadas de que los insigmnes suecos hayan decidido abrir una tienda tan cerca de sus maltrechos hogares, muy necesitados, al parecer, de "oh, este complejo artilugio verde de plástico tan cool". 18.10 h. Un servidor empieza a sentir la presión del vulgo y sus excrecencias corporales. Decide salir a fumar un pitillo y volver a ver la luz solar, ya que aquí parecen haberse encargado de borrar todo recuerdo visual de la vida real, ahí fuera (marketing, lo llaman. Serán cínicos). Tras mucho pelearse con la señora de delante que, absorta en una silla de mimbre, no se da cuenta de que quiero pasar; una madre con el carrito de bebé (tan joven y ya sufriendo esta inmundicia consumista sin sentido), una pareja joven que se está pensando si adquirir unas tazas (ya tienen, pero "son tan monas"). En fin, un periplo insoportable y la calle. Un pitillo. 18.30 h. Volvemos a entrar, esperando que los que nos acompañaban hayan terminado su parte (la nuestra hacía tiempo estaba concluída). De camino al almacén nº 13, lugar de encuentro, nos topamos con el tipo del favor; que había decidido dormir una siesta y, hete aquí, que ya que tenía que venir, se trajo a la parienta a ver mesas. Cojonudo, pienso. Eso se llama cumplir, chavalote. 18.45 h. Nuestros acompañantes llegan, pasamos por caja. 19.00 h. Salimos de nuevo. Un pitillo. No hay señales del tipo. Frío. 19.30 h. Aparece el cachondo y nos dice que esperemos, que su mujercita y su dulce niña están comprando chocolate (!EN IKEA! Maldita sea, ¿es que el dulce sueco propiedades milagrosas? No, será que "es que es tan barato..."). 19.40 h. Después de 40 minutos esperando a la intemeperie, bajamos al parking. La furgoneta no está. "Jo, tío, no recuerdo dónde la he aparcado. Creo que es en el parking de abajo". 19.45 h. Metemos las estanterías y nos vamos. 20.15h. Después de cuatro horas, llego a mi casa, con cuatro estanterías suecas que tendré que tirar eñ año que viene, he perdido toda la tarde. Para colmo, después de un mes y medio sin salir (la ley antitabaco ha creado una barrera mental entre la cerveza en bares y yo), hoy, justamente hoy, mi pareja ha quedado con unos amigos que hace mucho que no ve. Yo me quedo en casa, esperando a un amigo para ver si su compañçia y unos vinos consiguen hacerme olvidar que he perdido todo el sábado siendo dirgido por otros y sus actos, sin haber participado en ningún momento de mi propio tiempo. Eso sí, me he ahorrado 28 euros. ¡Qué demonios!