Ahora que lo veo, hacía mucho tiempo que no escribía nada aquí. Lo cierto es que parece que la rabia interna que me alentaba ha disminuido considerablemente en los últimos meses. Sin embargo, acabo de leer en el blog de una amiga un comentario despectivo que me ha hecho retomar el espíritu de este blog.
Esta persona ha escrito una entrada en torno a la figura, que todos conocemos, del ligón guaperas que, con los años, se va tornando en crapulilla cuarentón y, con unos cuantos más, en el tipo clásico de cincuentón solterón-viejo verde (esto último es un añadido mío). En fin, el caso es que ha habido alguien que se ha ofendido y ha decidido gastar unos minutos de su tiempo para dedicarle a mi amiga un: "eres una amargada". Digo minutos, puesto que plantearse que el jamelgo (si es que lo es, siempre puede ser burra, pero ya se sabe que esto del internet puede confundir los rebuznos)empleó algo más (¿una hora?) supondría un trauma del que jamás podría recuperarme. Imagínense al lector, llamémosle como él/ella mismo/a se ha identificado, "anónimo" leyendo el blog, sintiendo la ira correr por sus venas, el color en sus mejillas, ¿quizá la saliva en la comisura de los labios?, identificándose con las ingeniosas palabras de mi amiga, sintiéndose un perdedor en toda regla, un pobre diablo camino de los cuarenta viendo ante sí, en asépticos caracteres latinos, su futuro... Desde luego, es para deprimirse o cabrearse, pero no con las pobres palabras ni tan siquiera con la autora, sino consigo mismo. No obstante, haciendo alarde de una inteligencia emocional propia de un niño de primaria (esos que insultan a fulanita llamándola gorda porque saca mejores notas), decide dedicarle, en el más oscuro de los anonimatos, un adjetivo que ni siquiera debería aparecer como tal en el diccionario (por aquello de que es un participio, ya saben). ¿Amargada? ¿De verdad? ¿Y cómo eres capaz de colegir esa cualidad de un escrito que nada tiene que ver con ella o con sus metas, ambiciones y miedos? Que lo único que hace es hablar sobre una tipología humana que existe desde tiempo inmemorial.
Y aquí es cuando me acuerdo de las abuelas de mi aldea, esas que se sentaban en la puerta de su casa y le preguntaban a todos los que no conocían de quién venían siendo. Y a tí no te quedaba otra que decírselo (a ver quién era el guapo que se negaba). Así, si alguna vez te metías en un lío, eras tú, el del voluntario; y ahí te las apañases como pudieses chaval. ¡Ay, la sabiduría de los mayores! Ahora lo entiendo todo.
Esta persona ha escrito una entrada en torno a la figura, que todos conocemos, del ligón guaperas que, con los años, se va tornando en crapulilla cuarentón y, con unos cuantos más, en el tipo clásico de cincuentón solterón-viejo verde (esto último es un añadido mío). En fin, el caso es que ha habido alguien que se ha ofendido y ha decidido gastar unos minutos de su tiempo para dedicarle a mi amiga un: "eres una amargada". Digo minutos, puesto que plantearse que el jamelgo (si es que lo es, siempre puede ser burra, pero ya se sabe que esto del internet puede confundir los rebuznos)empleó algo más (¿una hora?) supondría un trauma del que jamás podría recuperarme. Imagínense al lector, llamémosle como él/ella mismo/a se ha identificado, "anónimo" leyendo el blog, sintiendo la ira correr por sus venas, el color en sus mejillas, ¿quizá la saliva en la comisura de los labios?, identificándose con las ingeniosas palabras de mi amiga, sintiéndose un perdedor en toda regla, un pobre diablo camino de los cuarenta viendo ante sí, en asépticos caracteres latinos, su futuro... Desde luego, es para deprimirse o cabrearse, pero no con las pobres palabras ni tan siquiera con la autora, sino consigo mismo. No obstante, haciendo alarde de una inteligencia emocional propia de un niño de primaria (esos que insultan a fulanita llamándola gorda porque saca mejores notas), decide dedicarle, en el más oscuro de los anonimatos, un adjetivo que ni siquiera debería aparecer como tal en el diccionario (por aquello de que es un participio, ya saben). ¿Amargada? ¿De verdad? ¿Y cómo eres capaz de colegir esa cualidad de un escrito que nada tiene que ver con ella o con sus metas, ambiciones y miedos? Que lo único que hace es hablar sobre una tipología humana que existe desde tiempo inmemorial.
Y aquí es cuando me acuerdo de las abuelas de mi aldea, esas que se sentaban en la puerta de su casa y le preguntaban a todos los que no conocían de quién venían siendo. Y a tí no te quedaba otra que decírselo (a ver quién era el guapo que se negaba). Así, si alguna vez te metías en un lío, eras tú, el del voluntario; y ahí te las apañases como pudieses chaval. ¡Ay, la sabiduría de los mayores! Ahora lo entiendo todo.