Lo confieso: soy serieadicto. He visto y veo numerosas series televisivas durante el mismo período tiempo (ahora mismo creo que son unas diez); eso sí, todas online y, si es posible, en versión original subtituladas (el doblaje de Tony Soprano es estupendo, pero no le hace justicia a Gandolfini). Me gusta todo tipo de género y acepto calidades bastante ínfimas (sin pasarse). Normalmente, prefiero series que ya han terminado para poder ver unos cuantos capítulos seguidos sin eso de: " a próxima semana, no mesmo batcanal, á mesma bathora"; y la temática, aunque no me es indifirente, es de mi gusto siempre que esté bien tratada. Así las cosas, el otro día, por recomendación de mi hermana, empecé a ver "Modern Family". Es una sitcom americana rodada como un falso documental sobre las vidas de tres familias: un hombre de unos sesenta (nuestro querido All Bandy) casado con una colombiana joven y guapa madre de un niño; su hija, Claire, su marido y tres hijos; y su hijo Mitchell, su pareja y su hija adoptada. Vamos, todo un sarao, que diríamos aquí. La propuesta, si bien tiene momentos divertidos, acaba convirtiéndose en una declaración de principios americanos old style: al final, todos nos queremos mucho y somos grandes personas (aunque un poco frikis, eso sí) que tratamos de hacerlo todo lo mejor posible. Si a esto le sumamos que, ¡oh, casualidad!, en las tres familias uno de los miembros no trabaja y se queda en casa para cuidar a los hijos, el suflé está completo. Eso sí, todo muy bien aderezado con una gruesa capa de hilaridad y pretendida autoparodia (que, por supuesto, no le llega ni a la suela a "Matrimonio con hijos"...¡Ay, Bandy, Bandy! ¿Por qué nos has abandonado?) que podría (y, de hecho, seguro que lo hace) hacer pasar desapercibido todo el entramado pseudomoralista que nos quieren vender.
Pero no era esto lo que venía a contaros (¿quién lo diría?). Lo que me vino a la mente viendo esta serie (y enlacé con muchas otras) es la premisa narrativa: dados unos personajes X, se les sitúa en ante una situación Y y, a partir de ahí, la media hora-cuarenta minutos-una hora que sigue son la resolución. X supera Y y llega a ¿0? Por ejemplo: Mitchell está obsesionado con construirle un castillo a su hija en el jardín, pero resulta ser un peligro con las herramientas. Su pareja (no recuerdo el nombre) decide llamar a su suegro para que les ayude (sin que Mitchell sepa que es una encerrona). ¿Qué ocurre al final? Está claro: Mitchell se da cuenta, se enfada, pero, al final, asume que lo suyo no es bricomanía y cede, ¿simbólicamente?, el martillo a su marido. Y así, problema resuelto.
Como este ejemplo, podríamos observar millones más en todas las series del mundo. Y sí, es una premisa sine qua non. El tempo narrativo es breve y se debe constreñir el conflicto. Es lógica televisiva, supongo. Y es también el mayor motivos qe tenemos para verlas: personas que se ven envueltas en situaciones (iguales o diferentes a las nuestras) y son capaces de resolverlas rápidamente. ¡Y cómo nos gustaría a nosotros ser capaces de hacer lo mismo! Aún me quita el sueño una secuencia en la que uno de los personajes se daba perfecta cuenta de los que le pasaba (tristeza por el pasado perdido) mucho antes que el espectador. Y me pregunté cuánto había tardado yo en darme cuenta, qué sé yo, de que mi trabajo anterior me deprimía... MMM, no sé, ... ¿un año? Así que sí, las empaquetan a nuestro gusto y disfrutamos de ellas porque ahí, en esa pequeña ficción semanal, los problemas son menos, son más fáciles y, al final, todos comen perdices.
Otra cosa son, claro, las series de ciencia ficción, históricas (tipo "Roma"), policíacas o de la mafia (y algunas más que se me olvidan)... Pero estas, para otro día.
Pero no era esto lo que venía a contaros (¿quién lo diría?). Lo que me vino a la mente viendo esta serie (y enlacé con muchas otras) es la premisa narrativa: dados unos personajes X, se les sitúa en ante una situación Y y, a partir de ahí, la media hora-cuarenta minutos-una hora que sigue son la resolución. X supera Y y llega a ¿0? Por ejemplo: Mitchell está obsesionado con construirle un castillo a su hija en el jardín, pero resulta ser un peligro con las herramientas. Su pareja (no recuerdo el nombre) decide llamar a su suegro para que les ayude (sin que Mitchell sepa que es una encerrona). ¿Qué ocurre al final? Está claro: Mitchell se da cuenta, se enfada, pero, al final, asume que lo suyo no es bricomanía y cede, ¿simbólicamente?, el martillo a su marido. Y así, problema resuelto.
Como este ejemplo, podríamos observar millones más en todas las series del mundo. Y sí, es una premisa sine qua non. El tempo narrativo es breve y se debe constreñir el conflicto. Es lógica televisiva, supongo. Y es también el mayor motivos qe tenemos para verlas: personas que se ven envueltas en situaciones (iguales o diferentes a las nuestras) y son capaces de resolverlas rápidamente. ¡Y cómo nos gustaría a nosotros ser capaces de hacer lo mismo! Aún me quita el sueño una secuencia en la que uno de los personajes se daba perfecta cuenta de los que le pasaba (tristeza por el pasado perdido) mucho antes que el espectador. Y me pregunté cuánto había tardado yo en darme cuenta, qué sé yo, de que mi trabajo anterior me deprimía... MMM, no sé, ... ¿un año? Así que sí, las empaquetan a nuestro gusto y disfrutamos de ellas porque ahí, en esa pequeña ficción semanal, los problemas son menos, son más fáciles y, al final, todos comen perdices.
Otra cosa son, claro, las series de ciencia ficción, históricas (tipo "Roma"), policíacas o de la mafia (y algunas más que se me olvidan)... Pero estas, para otro día.