Hace unos meses un amigo me contó algo que les había ocurrido a él y a su novia (también amiga mía), algo que no puedo desvelar por respeto a la amistad que nos une, pero que, desde luego, es la historia más tremebunda que he escuchado en mucho tiempo. Tiene que ver con hacer planes importantes en la vida de uno y cómo son despedazados por los demás, seres cercanos a nosotros que, con sus errores y egoísmo, echan por tierra aquello que llevábamos construyendo tiempo, mucho tiempo. Acontecimientos que a uno le dejan frío y ante los que solo se le ocurre la más manida de las expresiones-rabieta del ser humano: "No es justo". Curioso, porque nunca he tenido muy claro qué es la justicia en sí ni cómo se supone que una persona de a pie (no relacionado con las leyes) puede repartir o impartir o tratar de lograr para sí y para los que le rodean (que ya es mucho).
A todos nos pasa, ¿no? Encontrarnos inmersos en situaciones injustas (sea lo que sea que signifique) no provocadas por nosotros y que no nos dejan opciones ni disyuntivas, solo un jodido camino único al que nos vemos avocados y que transitamos con un yugo inmenso encima, deseando llegar al puñetero final de tanto polvo y tierra yerma. Sin embargo, uno piensa (o quiere hacerlo) que a la buena gente no le pasan estas cosas, o que si es así, son las personas que menos se lo merecen. Y jode sobremanera ver que no hay leyes escritas ni mierdas místicas de compensación por los buenos actos, por ser gente legal, de esos que se lo curran todo muchísimo, que luchan por lo suyo y los suyos. ¡Qué demonios! Esas personas de las que uno se siente feliz y orgulloso por ser su amigo.
Mi madre (una de las mejores personas que conozco -y, ojo, no tendría porqué ser así-) dice que la vida es un boomerang, es decir, que cada uno recibe lo que da, ni más ni menos. Tarde o temprano, según ella, somos recompensados o castigados de algún modo por nuestros actos. No obstante, viendo a mis amigos sufrir y sin poder hacer nada por ellos, no puedo creer en sus palabras. ¿Cuándo-me gustaría preguntarle-cuándo van a recibir estas dos maravillosas personas lo que se merecen? Y ¿Cuándo demonios serán castigados los que les han hecho esto? Y no puedo evitar pensar que ni boomerangs ni leches, aquí toca joderse y apencar, evitando caer en el precipicio que rodea el camino, y ala, al mal tiempo buena cara. Sin embargo, si mi señora madre tiene razón, algún día todo volverá a su cauce, las cosas se arreglarán y me encantará estar ahí para verlo. Estaré ahí, sin duda.
A todos nos pasa, ¿no? Encontrarnos inmersos en situaciones injustas (sea lo que sea que signifique) no provocadas por nosotros y que no nos dejan opciones ni disyuntivas, solo un jodido camino único al que nos vemos avocados y que transitamos con un yugo inmenso encima, deseando llegar al puñetero final de tanto polvo y tierra yerma. Sin embargo, uno piensa (o quiere hacerlo) que a la buena gente no le pasan estas cosas, o que si es así, son las personas que menos se lo merecen. Y jode sobremanera ver que no hay leyes escritas ni mierdas místicas de compensación por los buenos actos, por ser gente legal, de esos que se lo curran todo muchísimo, que luchan por lo suyo y los suyos. ¡Qué demonios! Esas personas de las que uno se siente feliz y orgulloso por ser su amigo.
Mi madre (una de las mejores personas que conozco -y, ojo, no tendría porqué ser así-) dice que la vida es un boomerang, es decir, que cada uno recibe lo que da, ni más ni menos. Tarde o temprano, según ella, somos recompensados o castigados de algún modo por nuestros actos. No obstante, viendo a mis amigos sufrir y sin poder hacer nada por ellos, no puedo creer en sus palabras. ¿Cuándo-me gustaría preguntarle-cuándo van a recibir estas dos maravillosas personas lo que se merecen? Y ¿Cuándo demonios serán castigados los que les han hecho esto? Y no puedo evitar pensar que ni boomerangs ni leches, aquí toca joderse y apencar, evitando caer en el precipicio que rodea el camino, y ala, al mal tiempo buena cara. Sin embargo, si mi señora madre tiene razón, algún día todo volverá a su cauce, las cosas se arreglarán y me encantará estar ahí para verlo. Estaré ahí, sin duda.